Tras el Brexit. Y, ¿ahora?

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Jose Eugenio Azpiroz, Ex Diputado y socio de «Familia y Dignidad Humana»

Nadie en su sano juicio pone en cuestión que hemos entrado en una nueva fase en la historia de la integración europea. Fase novedosa, compleja, incierta, con graves repercusiones económicas y políticas que afectan en primer término a quien se marcha, el Reino Unido (en lo que pueda permanecer “unido”), y, también, al resto de la Unión Europea donde partidos radicales de varias naciones piden votar sobre su salida de la misma. Mucho habrá que ver y analizar en los próximos tiempos pero ¿ahora qué?… Ahora entiendo que, como mínimo, hay tres aspectos a considerar.

El primero, consecuencia de referéndum, es el proceso (y la forma de aplicarlo) de la inédita salida de la Unión; la aplicación del artículo 50 del Tratado del que tanto se empieza a hablar. Sabemos la dificultad y larga duración temporal de los procesos de adhesión y admisión en la UE, en estos momentos debemos abordar el camino contrario -la deconstrucción- de enorme complejidad y consecuencias financieras y políticas para ambas partes. Nos encontramos ante un divorcio, un desamor y una necesidad de liquidar la sociedad de gananciales. En este contexto creo que hay que practicar dosis de paciencia, comprensión, grandeza de miras buscando el entendimiento, el acuerdo en la división actual y en la relación futura a establecer. La tentación de negociar la complejidad como un divorcio express puede causar más problemas que los que la velocidad pretende resolver.

En segundo término no podemos eludir el desencanto y desafección de muchos europeos sobre nuestra casa común. Casa que se percibe hiperburocratizada, costosa, lejana, compleja y ajena a los electores en la designación de sus gobernantes más que representantes. Algunos consideran que es momento de intensificar la integración modestamente pienso que lo es de llevar un proceso de separación modélico, sin vencedores y vencidos, abierto a la cooperación futura conscientes que esta es una prioridad, como acabamos de apuntar, que nos demandan los hechos por mucho que nos pueda doler. No hay que olvidar que el Reino Unido –tal vez por la insularidad y el viejo imperio que le lleva a mirar a la Commonwealth- nunca ha sido motor de Europa, de hecho mantenía sus relaciones particulares y preferenciales incluso su propia moneda, la libra.

El tercer aspecto, en mi opinión el más importante. Algunos partidos políticos proponen ante una UE “culpable” de nuestros males y enemiga de nuestras identidades nacionales la salida de la casa común. Otros, al contrario, intensificar el grado de integración  sin explicar bien en qué y para qué o si hay competencias comunitarias que por eficacia habría que revertir a los Estados miembros. ¿vamos a tener una política exterior común, una defensa y un ejército único, una política antiterrorista o de acogimiento de refugiados e inmigrantes propia o, al menos, un eficiente nivel de coordinación?, ¿vamos a elegir al Presidente de la Comisión y a otros importantes cargos políticos…?. Mi respuesta es que debemos volver inexorablemente nuestra mirada al principio; ¿cual fue la causa fundamental del nacimiento de la Unión Europea..?. Schuman, Alcide de Gasperi, Konrad Adenauer y Jean Monet padres de la misma buscaron una respuesta a las dos guerras mundiales del siglo XX, reconciliando a profundos enemigos como eran ellos mismos alemanes, franceses e italianos, con la voluntad de superar la violencia por el dialogo y la solidaridad. Solidaridad, incluida la económica, que no consiste en la importante pero no exclusiva cuestión de lo económico como muchas veces parece ser la única pretensión de nuestra Europa.

Tal vez volver los ojos a nuestros principios y valores fundacionales abran el futuro a nuestro camino común y se eviten rupturas, divisiones y conflictos. No está de más recordar el artículo 3 punto 1 del Tratado de la Unión: “La Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos.”

Esos valores que conviene recordar son, artículo 2 del Tratado, “el respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres.”

Europa, casa común donde la defensa de  la paz, la dignidad humana, el dialogo y la solidaridad, respeto a los derechos humanos, a las minorías y la igualdad entre mujeres y hombres han constituido nuestros pilares fundamentales. Pilares desgraciadamente poco recordados en los debates a las elecciones europeas o con motivo del referéndum del brexit, donde se da más importancia a las balanzas fiscales, a los presupuestos, a las posiciones económicas de cada uno que a la razón principal: porqué existimos. Asumir nuestros valores fundacionales supone el futuro de Europa abandonarlos es retroceder en el tiempo y abrir la puerta a escenarios, como mínimo, de incertidumbre

Estamos a tiempo, volvamos al principio, volvamos a nuestros principios.

Artículo publicado en El Diario Vasco y El Correo Español el 29 de Junio de 2016

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